Dicen que “pueblo chico infierno grande”.
Rojas es una Ciudad chica de la Provincia de Buenos Aires, de esas que si no conocés a una persona el hilo que te separa es mucho más corto que en Capital, siempre conocés a alguien que la conoce. Con una referencia simple podés identificar quién es “vive al lado de…”, “la prima de…”, “el ex de…”.
En Rojas la vida parecía un constante Gran Hermano hasta lo de Úrsula, que puso sobre el tapete que hay cosas que como sociedad decidimos no ver.
Maga nos cuenta que en 2013 se creó el Observatorio de Violencia de Género “La casa de todas” pero que muchas chicas que se sumaron al espacio las últimas semanas dicen que no sabían que existía. Igual pasa en los distintos relatos que se escuchan en la marcha, parecen no haber existido otras situaciones de violencia, ni siquiera los femicidios ocurridos en 1990 y en 2007, o los casos de “muertes dudosas” -de mujeres de diversas edades- que suceden, al menos, desde la década del 70 en adelante. Casos que muy pocas memoriosas militantes se animan a relatar.
A Úrsula Bahillo de18 años, hija de comerciantes, de un apellido histórico en el pueblo, la mató un policía. Y “en Rojas nos conocemos todos”. Y la policía es parte de ese “todos”.
En la marcha se escuchan los gritos de las pibas “¿Dónde están los que nos iban a cuidar?”. Del otro lado de la valla la policía armada, con escudos. Se sigue el recorrido y se llega a la Comisaría de la Mujer. La policía, armada y con escudos, mira desde adentro, desde atrás de las cortinas.
Hasta la noche que mataron a Úrsula nunca había existido una represión en Rojas. Tampoco una pueblada.
Mili nos cuenta que después de la primera marcha empezaron a recibir amenazas varias pibas. Sin embargo el miedo no hace mella. La juventud de Rojas está de pie y se organiza.
El viernes a las 9 de la mañana arrancamos a pintar los murales, es el día en el que Úrsula cumpliría 19 años. Yamila cuenta con claridad la necesidad de hacer acciones visibles, de no dejar que el pueblo se olvide de lo que pasó, de que no se repita, de generar conciencia. Con ese objetivo nos empezamos a nuclear quienes tenemos afinidad con alguna rama del arte bajo la consigna “Expresión por Úrusla”. Los primeros dos murales están a diez metros uno del otro, con ubicaciones estratégicas. Si entrás o salís de la Ciudad por el acceso que da a la Ruta Nacional 188 te los vas a topar.
Magali insiste: “Violencia siempre hubo en Rojas, hay muchos noviazgos violentos, pero cuando se denuncia no hay castigo social al violento sino señalamiento a la denunciante. La estigmatizan, la aíslan, la señalan. Se la aparta socialmente, se la tilda de problemática. Y entonces las pibas no denuncian.” Y así volvemos a la figura del Gran Hermano, que permite que todes hablen y se posicionen de un lado u otro de la historia, como si fuera posible elegir defender al violento.
Pese a la estigmatización que la perseguiría Úrsula hizo todo. Se separó y denunció una y otra vez. Incluso, ante el miedo y la falta de acción de la justicia, lo hizo público en las redes. Decidió no callarse.
Por la noche, en la marcha se repite una y otra vez “¿DONDE ESTÁN LOS QUE NOS IBAN A CUIDAR?”
Y están ahí, cuidando que no pinten con aerosol la comisaría o custodiando la casa del Juez de Paz.
Así fue siempre, pero ahora es visible. Empieza a chocar la mirada conservadora del pueblo con la necesidad de reclamar justicia y de que no se repita.
En Rojas hubo otros femicidios, pero eran anónimas. En Rojas había militancia de género pero no llegaban a superar las 30 personas en un 8M, porque eran las locas, las problemáticas, las feminazis. En Rojas habían escrachado la casa de una de las psicólogas que acompañaba los casos de violencia de género, pero nadie parece haber visto esa pintada en su casa, pese a ser un pueblo donde todos ven y saben todo. En Rojas durante años se perseguía, acosaba y violaba a los putos y a las trabas, pero parece que nadie conoce esas historias salvo elles.
El clasismo sale a la luz y temo decir que al ser un apellido conocido el miedo real es que “si le pasó a ella nos puede pasar a cualquiera”. Una vecina lo dice sin decirlo “yo no la conocía, pero todos conocemos quien es su familia”.
El comunicado de la UCR local, que es ni más ni menos que el partido del Intendente, viene a poner a la luz que si bien todo está movilizado el conservadurismo sigue de pie, mirando de reojo a los pibes y a las pibas que vienen a cambiarlo todo. Cuestiona los “excesos en la represión” de la primera noche, en lugar de cuestionar la represión. Habla de intereses políticos detrás de las marchas y de condenar personas interesadas en “atentar contra el orden público y los bienes del Estado” en referencia a las pintadas callejeras con aerosol y a los afiches en el monumento de la plaza principal. Olvidando que el derecho a expresión siempre debería ser superior al derecho a la propiedad privada.
Cuando baja la conmoción de la marcha los rumores vuelven, en voz más baja que lo habitual porque aún les da algo de pudor. Se escuchan historias donde se replica, con las características de pueblo, el cuestionamiento a la víctima al que nos han acostumbrado los grandes medios, si bien nadie se anima a cuestionar su vestimenta, ni sus horarios, se la cuestiona, en voz baja, casi vergonzosa, como si no pudieran dejar de contarte con quién se juntaba, las historias familiares y las conjeturas que han hecho sobre el caso. La Ciudad es chica, casi un pueblo, y nos conocemos todos, pero de Martínez nadie habla. Ni un rumor, ni un chisme sobre su familia, ni un cuestionamiento sobre cómo se llega a ser un violento femicida. De lejos, se puede escuchar de forma potencial que “se dice que sería uno de los protegidos porque estaba con el tema de la droga”. De Martínez si no preguntás no te cuentan y cuando preguntás te cuentan poco y sin afirmar.
En Rojas el policía Martínez mató a Úrsula, de 18 años. En Rojas las paredes gritan por justicia. En Rojas ahora las marchas contra la violencia de género tienen cientos de personas caminando por las calles. En Rojas todavía hay mucho que deconstruir, pero está poblado de pibes y pibas que vienen a cambiarlo todo.
Por Cecilia Calvet
Hermosa nota!
Celebro que el pueblo se despierte y deje de naturalizar la desigualdad de derechos.
Llegó la hora de cambiarlo todo.
Por Úrsula y por todas las Úrsulas!
Ni una menos, vivas y libres nos queremos!