Más allá de la visibilidad asexual: entrevista con Nicolás Cristaldo

“El origen de nuestra lucha está en el deseo de todas las libertades” -Carlos Jáuregui.

¿Qué ocurre cuando la libertad del deseo implica no desear? Desde el 2010, por impulso de la activista Sara Beth Brooks, en la última semana de octubre se celebra la Semana de la Asexualidad. Su objetivo es generar conciencia sobre esta orientación sexual, y el lema de este año es “Más allá de visibilidad”.

En el marco de esta semana conversamos con el activista Nicolás Cristaldo (24), desde su experiencia como asexual y arromántico, para pensar las posibilidades de la asexualidad como espectro, los desafíos de la comunidad en general y las particularidades de cara a esta semana y a la Marcha del Orgullo.

¿Cómo percibís la asexualidad y el arromanticismo? ¿Hay una única definición?

Depende mucho de cómo quieras encarar el tema. Generalmente yo suelo arrancar por el extremo para entenderlo, hablando específicamente de asexualidad/arromanticismo como etiquetas más duras: no sentir atracción romántica ni sexual. Una vez que se termina de entender que hay personas que sienten atracción y otras que no, se puede hilar más fino.

Para poder entender la asexualidad como espectro, primero hay que entender esos dos extremos, y después que cada persona es una vivencia en sí misma. Si bien yo soy asexual y arromántico, hay personas asexuales que sienten atracción romántica, y también hay personas arrománticas que sienten atracción sexual. 

En general lo podés definir como un oponerse a la norma, que es tener una vida sexual activa (de cualquier forma). La asexualidad como posicionamiento político, y como espectro, es una crítica a esa hipersexualización de todo.

Para visualizarlo: si es posible entender la atracción de género como un espectro horizontal donde se encuentran comprendidas todas las identidades, la asexualidad entra como un eje vertical a esa atracción, generando una zona, de más o menos deseo, que es específica a cada uno.

¿Cómo es tu vivencia de la asexualidad y el arromanticismo? Teniendo en cuenta que se trata de identidades invisibilizadas, ¿cómo te relacionaste con ponerle ese nombre a tu vivencia?

Mi experiencia en particular no es de lo más común cuando se habla de asexualidad/arromanticismo, porque para mí el sexo es muy indiferente. Lo disfruto, pero no me hace falta ni lo deseo de manera activa. Es como con los masajes: me gusta recibirlos y darlos, pero nunca pienso “qué ganas de que me hagan masajes”. Y esto viene a colación porque yo hasta los 16 años nunca había tenido sexo, ni me había dado un beso con nadie. Y de repente le gusté a alguien y nos pusimos de novios, pero siempre todo se activaba por el deseo de esa otra persona. Yo nunca cuestioné la falta de atracción por mi parte, pero entonces ahí se mezclaron las percepciones del amor romántico y la atracción sexual: “si no me buscás es porque no me querés”, pero eso ya es otro tema.

No lo cuestioné hasta que me separé a los 21 años. Me encontré a esa edad con un mundo que esperaba que yo tuviera sexo regularmente y me hicieron ruido un montón de cosas. Todo lo que no me había cuestionado en la adolescencia me lo cuestioné en ese momento, y ahí encontré la etiqueta de la asexualidad. Fue una apertura a un mundo totalmente nuevo.

En este camino me encontré también con el arromanticismo, el no tener deseo de “formar pareja con”. Al principio me hacía ruido porque se mezclan un montón de cosas, como tenerle mucho cariño a alguien pero no querer tener una relación con esa persona. Se ponen en juego todas las construcciones sociales. Cosas que no son una idea mía, sino que vienen de antes, que hacen a una norma. Desde mi lugar de asexual y arromántico yo cuestiono esa norma.

¿Cómo ves la vivencia asexual específicamente en Argentina? O al menos desde la Ciudad de Buenos Aires, que es donde vivís.

Justo Capital Federal, dentro del contexto de Argentina, es un caso muy particular. Tiene un conservadurismo muy fuerte, pero a la vez está contextuado en un país con leyes de vanguardia en relación con la diversidad. Hay polos muy opuestos en un lugar muy condensado. Si bien hay lugares que son muy poco amigables, también existen espacios de debate que son re abiertos y donde se hablan un montón de cosas. Ahí entra la sexualidad, y en la sexualidad entran la asexualidad y el arromanticismo. 

Acá en Buenos Aires lo que más mueve el tablero es la puja constante del movimiento feminista, porque no se puede hablar de diversidad sin hablar del movimiento feminista. Buenos Aires no está “bien, bien”, porque faltan un montón de cosas, pero por lo menos está más encaminado.

Creo que en las demás provincias es distinto, porque a veces tienen más conservadurismo y estas leyes de vanguardia no repercuten de la misma forma. Al no haber tantos espacios de diversidad en las provincias, o al no ser tan fuertes, la situación es otra. Esto, para la asexualidad, es algo malo y bueno a la vez. Al no visibilizarse, también se evita que te violenten al respecto. No es lo ideal, pero no todos los espacios son seguros para visibilizar nuestras vivencias, menos en provincias muy conservadoras.

El lema de esta Semana de la Asexualidad es “más allá de la visibilidad”. ¿Cómo funciona eso?

Es que el problema no es la visibilidad en sí, porque eso se logra con el tiempo. El tema es la incidencia en los sistemas de salud, de educación y en las leyes. Hay muchos grupos de activistas asexuales que ponen el foco en crear comunidad y debatir qué es la asexualidad, que está buenísimo, pero yo no perdería de vista la incidencia en la esfera pública.

La visibilidad es secundaria en el sentido de que es subjetiva. Al empezar a ser visibles también se crean nuevas formas de violencia. Entonces es importante prestar atención a nuestras necesidades para poder vivir nuestra identidad libres de violencia. Las principales áreas en las que hay que trabajar son en salud mental y en salud sexual.

Por ejemplo, una vez mencioné que era asexual en un consultorio y el doctor me dijo “ah, como ese movimiento chino” y empezó a hablar de cosas místicas que nada que ver. No, señor, no somos una secta. Está esta perspectiva de que todo lo que sale de la “sexualidad obligatoria” es una decisión consciente, y no una forma de deseo.

Hay casos en los que vas a consultorios médicos, o incluso con profesionales de la salud mental (principalmente con psicoanalistas), y te lo reducen todo a la sexualidad. Te dicen que pruebes, que tengas sexo para estar mejor. Vos vas por un problema particular y lo ignoran, para enfocarse en cosas que no son un problema para vos. La sociedad te presiona para ser algo que no sos, para desear algo que no deseás.

También ocurre en el área de ginecología, donde a veces no te explican por qué hay estudios que se hacen solo después de haber tenido sexo con penetración. ¿Y si nunca tengo sexo con penetración? ¿Qué ocurre con mi salud ahí, con mis controles? No te explican.

¿Qué ocurre con la Educación Sexual Integral (ESI) y la asexualidad? ¿Cómo se relacionan?

Justo ahora me acuerdo de que cuando arrancó la cuarentena hubo una campaña en redes sociales que decía “tocate”, en imperativo. Era un bombardeo, y te daban consejos para masturbarte. Y ahí hay que entender que la libertad sexual también implica no desear tocarse o tocar a otros.

La ESI es una gran iniciativa, pero todavía le faltan cosas. Y esas carencias no son específicas de la asexualidad. Por ejemplo, me enteré de casos –muy pocos– de gente que se enteró que era asexual porque se encontró con el término en una clase de ESI. La asexualidad está incluida en la ESI, pero la ESI no se da de la misma forma en todos los lugares. Esa es la lucha.

Hablemos de la Marcha del Orgullo, que es el próximo 6 de noviembre. ¿Cómo es el rol de la asexualidad dentro de la comunidad LGBTIQ+? ¿Hay algún desafío específico de cara a la edición de este año?

En el ámbito activista, si bien hubo algún que otro choque, la recepción fue muy buena. E incluso los choques son más bien debates para construir, no son ataques.

En relación a la comunidad en general, fuera del activismo, todavía hay cierta resistencia. Hay mucho que resolver a nivel intracomunitario. Por ejemplo, en la primer marcha a la que fui se nos acercó un psicoanalista gay y cis. Estábamos junto a 8 asexuales más con nuestra bandera, y el chabón nos vino a cuestionar. Estuvo 10 minutos explicando que teníamos un problema y que en realidad no existíamos, un desconocimiento total. Pero en general la recepción es buena.

Este es el tercer año que participo de la COMO (Comisión Organizadora de la Marcha del Orgullo). Para organizar la marcha siempre se da la discusión de no poner ninguna etiqueta como protagonista, o visibilizándola más. Al menos desde las consignas, es más productivo focalizarse en cuestiones que afectan a la comunidad LGBTIQ+ en su conjunto, por eso son un poco más generales. Pero después cada identidad va a tener su espacio y su discurso en el escenario, visibilizando nuestras problemáticas con nuestras palabras. A nivel comunicacional es más efectivo armarlo de esta forma.

¿Hay algún mensaje que quieras transmitir en el marco de esta semana?

Quiero enfatizar el tema del espectro. Es importante pensar a la asexualidad no solo como una identidad, o una etiqueta, o algo que se es o no se es. La asexualidad también es la posibilidad de ser, o no, alguien por fuera de la norma. Es la posibilidad de pensarte en el marco de que existe la asexualidad.

Por ejemplo, si no hubiera habido tanta difusión sobre el ser trans, yo no me hubiera cuestionado sobre el ser no-binarie. Las discusión es sobre el ser trans-binario, el cuestionamiento a lo cis. Entonces, volviendo a la asexualidad, como persona que sí siente atracción sexual podés pensarte desde esta perspectiva, en la cual existen otras vivencias posibles. No para nombrarte asexual necesariamente, sino para instalar la pregunta y cuestionar a esa norma.

Por Zoe Ledesma

Entrevistado: Nicolás Cristaldo