La mujer amada por Nietzsche, la que rechazó a Freud, la musa de Rilke, “femme fatale”, “diosa ignífuga”; es habitual que las presentaciones de la escritora, filósofa y psicoanalista Lou Andreas-Salomé todavía incluyan esas caracterizaciones que tienden a reducirla a estímulo o instrumento de “hombres notables” de su época.
Autora prolífica de novelas, ensayos, artículos científicos y periodísticos. Una parte importante de su obra permanece inédita, no compilada y mayormente sin traducción al español; en este idioma, apenas es posible encontrar publicados menos de una decena de sus títulos. Por esta razón, celebramos la iniciativa de Las furias que en 2021 editó -con traducción de Micaela van Muylen- dos de sus relatos largos: Fenitschka y Un desvío, originalmente aparecidas en forma conjunta en 1898.
Lou Andreas-Salomé nació en 1861 en San Petersburgo, del matrimonio entre Gustav von Salomé y Louise Wilm, ambos de origen alemán. A los 17 años, Lou Inició estudios de teología, filosofía, religión y literatura bajo la guía de Hendrik Gillot. A los 19 viajó a Suiza, único país de habla germana que permitía el ingreso de mujeres a la universidad. Allí se formó en Teología e Historia del Arte. Participó intensamente de la vida intelectual de la época, viajando por Europa, en contacto con mujeres y hombres de los más destacados círculos artísticos y filosóficos. Una vez iniciado el siglo XX, se dedicó a los estudios psicoanalíticos, hasta su fallecimiento en su casa de Göttingen. Tras este hecho, la Gestapo, que mantenía a la escritora bajo vigilancia, confiscó y quemó sus escritos y su biblioteca.
Fenitschka
En ambos relatos Andreas-Salomé se inspira en su propia biografía. El primero, centrado en la joven Fenia, Feni o Fenitschka, está narrado desde el punto de vista del coprotagonista, Max Werner. La historia tiene lugar entre París y San Petersburgo. Desde el primer capítulo, Fenia planta bandera en una escena de sororidad con una joven grisette, objeto de burla y maltrato. Werner muestra curiosidad y atracción por Fenia, y le propone acompañarla en una caminata donde debatirán y ya quedarán planteados algunos de los temas claves de la obra.
La primera parte de este relato concluye con una escena de atropello de Werner (personaje inspirado en el dramaturgo Frank Wedekind) hacia la joven Fenia. Andreas-Salomé recordará el episodio con cierta benignidad en su obra autobiográfica “Mirada retrospectiva”. Tal como se presenta en el relato, se trata sin dudas de un acoso sexual, un intento de Werner de someter por la fuerza física a quien no había logrado convencer con argumentos.
En los distintos cuadros que transcurren entre París y San Petersburgo, el interés gira en torno a la mirada social-patriarcal, la importancia de la reputación y la libertad y el derecho a estudiar de las mujeres. Son centrales los temas del matrimonio y el amor, como dos cuestiones que no necesariamente van de la mano. “El amor y el matrimonio no son lo mismo”, afirma Fenia. Si asumimos la identidad entre protagonista y escritora, al momento de publicar el relato, en 1898, Lou Andreas-Salomé ya llevaba una década casada con el orientalista Friedrich Carl Andreas, y la reflexión de Fenia se muestra consistente con lo que se conoce sobre la pareja: una relación casta y abierta a otras personas.
En las definiciones claves, puestas en boca de los distintos personajes, la autora utiliza un discurso directo, taxativo, que no deja lugar a ambigüedades. A la vez, logra escenas de una gran sutileza poética y profundidad psicológica. Se aprecia la transformación de los personajes, y es posible acompañarlos en una lectura placentera e ininterrumpida de la obra, donde sin duda tiene gran mérito la traducción de Micaela van Muylen.
En uno de los diálogos quedan planteadas dos visiones de la ciencia. Mientras Werner se refiere al estudio como un “yugo”, como una actividad que “ignora la realidad y la vida, con todos sus colores, su plenitud, su contradictoria diversidad”, Fenia encuentra en el conocimiento una actividad gozosa: “Quien de nosotras se dedica al estudio no lo hace sólo con la mente, con la inteligencia, sino con el deseo, ¡con todo el ser! No conquista el saber, sino un pedazo de vida repleta de emociones. Lo que usted dice de la ciencia suena como si se tratara de una actividad exclusiva para ancianos, para personas caducas. Pero quizá ustedes sean los decrépitos. ¡Entre nosotras, la ciencia entusiasma a las fuertes, las jóvenes, las más vitales!”
Ante el entusiasmo intelectual de Fenia, Werner encuentra problemático que ello pueda ser compatible con el matrimonio. Reflexiona que, en tanto el hombre es capaz de “abrir sólo una parte de sí al amor, de trazar límites, de colocarlo al lado, y no por encima de sus intereses vitales”, la mujer “que configura y asume su vida del mismo modo que un hombre evidentemente estará en situaciones, conflictos y tentaciones similares a las de él, sólo que, como consecuencia del pasado de las mujeres, diferente durante tanto tiempo, sufrirá mucho más por ello”.
Un desvío
El segundo relato, Un desvío, está narrado en primera persona por Adine, la protagonista. La joven es una pintora que reside en su atelier en Berlín y se dispone a realizar un viaje a su ciudad natal, Brieg; lo hará a instancias de una carta que le escribe su ex novio y tutor, Benno, que manifiesta inquietud sobre la reputación de Adine.
El viaje también tendrá lugar en forma de flashbacks hacia el pasado, hacia los recuerdos más remotos. Hay una reflexión sobre la memoria que alberga el cuerpo y que incluso podría remitir a un más allá de lo individual: “¿Quién es capaz de juzgar cuán infinitamente casual, cuán puramente externo es el condicionamiento por el que con este recuerdo me recorriera por primera vez un estremecimiento por la espalda? (…) No lo sé, quizás tampoco sea el azar ni un pajarito mágico la voz que no susurra esas cosas al oído, sino costumbres de siglos pasados, el goce de mujeres esclavas murmurando algo que resuena en nosotras; en una lengua que ya no es la nuestra, que apenas entendemos en un sueño, en un estremecimiento, en una vibración de las células nerviosas.”
Al igual que en Fenitschka, la autora presenta en el comienzo una escena de violencia masculina, esta vez contra quien fuera su nodriza. Adine reflexiona sobre sí misma, y nos muestra a través de los diálogos la personalidad de las otras mujeres que pueblan el relato: la madre, una baronesa lisiada, una amiga de la infancia. Se reiteran los tópicos de la reputación de las mujeres, la tutela masculina, y “el desvío” de las normas patriarcales como garantía de desdicha para el sexo femenino.
La madre de Adine expresa el mandato en forma sentenciosa, y tal vez confirmando los temores más hondos de la protagonista: “A las mujeres hoy en día les cuesta servirles a los hombres, pero creeme, es lo mejor que nos queda, y yo siempre le serví a tu padre. A la larga no amamos a ningún hombre tanto como al que nos da órdenes”.
La negativa de Lou Andreas-Salomé a ser definida por los hombres, así como a adherir a algunas posturas del feminismo incipiente de su época, le implicaron sendos cuestionamientos. No tendría sentido ni sería posible intentar una operación contraria a la de su invisibilización como artista y pensadora, exaltando su figura y convirtiéndola en una suerte de heroína indiscutible. Pero conocer su pensamiento y discutir con sus ideas sólo será posible en la medida que sus obras reciban al menos el mismo tratamiento que el de sus contemporáneos varones, y que sean publicadas y estén disponibles en distintos idiomas.
Por @anaquirogalarrieu
Ficha técnica:
Fenitschka. Un desvío
Lou Andreas-Salomé
Las Furias Editora, 2021
98 páginas
Traducción: Micaela van Muylem