YEGUA: el viacrucis de un tortón

Con guión de Belén Gatti y dirección de Maruja Bustamante, Yegua irrumpe en El Galpón de Guevara para acercarnos a una experiencia diferente. Se trata de una obra que explora la vivencia lésbica en un contexto religioso, organizada estructuralmente en un paralelo único: las estaciones del viacrucis de Jesucristo.

Seguimos la historia de Tortón (Melina Milone), una lesbiana que, luego de una dura ruptura amorosa, se sube a su moto Daisy (Analía Ayala) y termina en la puerta de un convento de mojas de clausura, donde decide quedarse. Allí, Tortón-monja-chonga conoce a la Yegua (Jorge Thefs), de la cual se enamora, y junto a la que vive una transformación religiosa digna de atestiguar.

Tortón no es el típico personaje lésbico: es un tortón con todas las letras. Con una identidad que se tensiona desde el lenguaje, entre lo masculino y lo femenino, abre paso a la representación de una masculinidad lésbica asumida, deseante y aguerrida. Este es el viacrucis de Tortón, quien debe cargar su cruz, morir crucificada y resurgir de entre los muertos. Y aunque eso pueda significar muchas cosas, hay algo que es seguro: en esta experiencia de fe, las encrucijadas de Tortón son revelaciones. Profesan sobre la identidad, el amor, los vínculos y la libertad, en un camino tan delirante como multidimensional y sensible, donde la voz que narra es médium de algo mucho más grande.

Las actuaciones son sin lugar a dudas el aspecto más admirable de la obra. La consistencia y profundidad de todos los personajes, así como también la sinergia de sus interacciones, hacen que la escena que presenciamos sea realmente religiosa. Y aunque Tortón nos deje con la boca abierta en más de una ocasión, es necesario destacar la destreza con la que se interpretan los personajes de Daisy –la moto– y la Yegua. Los actores asumen el desafío de dar vida a esos personajes complejos, indispensables para la transformación de Tortón, con un nivel de verosímil atrapante y sostenido, anclándose en los detalles, tan sutiles como necesarios, que hacen de esta obra un deleite.

Asimismo, la música en vivo y los números musicales en escena construyen un mundo de liturgia. Como en una iglesia, entre palabra y eucaristía se oyen canciones que se adaptan armoniosamente a las diferentes estaciones del viacrucis de Tortón. El acompañamiento del teclado en cada uno de los episodios, como un órgano, le da a la puesta en escena el toque gótico-trash necesario para cerrar con moño su carácter surrealista.

Aunque por momentos el paralelismo con las estaciones del viacrucis se ve tensionado, generando imágenes confusas entre el título y lo representado, es cierto que la polisemia encaja con el resto de la apuesta. El plano de lo simbólico es esencial en esta obra, donde una yegua en bondage y zapatos de tap puede hablarnos de ataduras y relinches gozosos, solo con la existencia de su corporalidad en escena.

Yegua es una propuesta diferente: arriesgada, irreverente y atrapante. Toca temas cómodos e incómodos con una soltura disfrutable. Su fuerza disruptiva arrasa contra todo tradicionalismo, en un giro irónico y fresco al hacer uso libre de la estructura de uno de los relatos más antiguos de la humanidad. Quien vaya a ver esta obra debe prepararse para atestiguar una transformación de otro orden: lo mundano no es asunto de esta historia.

Por Zoe Ledesma

FICHA TÉCNICO ARTÍSTICA

Dramaturgia: Belén Gatti

Intérpretes: Analía Ayala, Carmen Baliero, Melina Milone, Jorge Thefs

Diseño de vestuario: Chu Riperto

Diseño de luces: Verónica Alcoba

Realización de vestuario: Nube

Músico En Escena: Pablo Viotti

Asistencia de dirección: Juliana Ortiz

Producción: Jorge Thefs

Diseño de movimientos: Agustina Barzola Würth

Dirección musical: Carmen Baliero

Dirección: Maruja Bustamante