Argentina también es negra

La historia de la emancipación no es tanto la historia de la reivindicación de derechos ignorados, sino más bien la historia de la lucha real por el goce de derechos ya declarados.

Étienne Balibar

¿Cómo se dice lo que se oculta? O mejor dicho, aquello que se decidió ocultar. El relevamiento de lo no dicho parece ser una constante en la historia Argentina. El relevamiento difícil que deben llevar a cabo quienes deciden contar la historia que no fue contada y quieren borrar, que se hace presente en otras formas de registro, una búsqueda agotadora que puede llevar muchas veces a vacíos. La vacancia en ciertas áreas se debe no solo a la destrucción de ciertos archivos, sino también a los archivos silenciosos: los que deberían existir y no existen, ¿cómo se narra, cómo se recupera una vida que no figura en ningún espacio?  

La historia, el archivo, la recopilación. Esenciales en la conservación de la historia y de un pueblo. ¿Pero qué sucede cuando no hay archivo de aquello que se quiere recordar?

Por primera vez este año, en el censo del 2022, se incorporaron una serie de preguntas, que si bien pudieron ser mejor desarrolladas, incluyeron temas de agenda pendiente sobre la identidad de género y el autorreconocimiento indígena y afrodescendiente. No son preguntas inocentes, sino que ellas afirman la existencia no sólo de una aceptación de la manera en la que nos percibimos y cómo deseamos que nos perciban, sino también de la aceptación de un pasado argentino: entender un presente en donde la invisibilización nos persigue y debemos hacernos cargo.

No es una novedad decir que los pueblos indígenas son invisibilizados, maltratados, asesinados, y que su reconocimiento es actualmente una lucha constante. La herida colonial persiste y se mantiene. El proceso de despojó de la propia identidad lleva siglos, y nuestra descendencia, cualquiera sea, debería ser un orgullo.

La discriminación es constante hacia ciertos cuerpos con ciertos rasgos físicos, la igualdad presupuesta en la Constitución Nacional es una falacia más que solo incluye a unos pocos. El debate sobre el racismo hacia algunas identidades que forman parte de nuestra identidad es una deuda pendiente. Podemos preguntarnos: ¿dónde están aquellos afrodescendientes? Argentina también fue negra, y lo es en menor medida no solo por ser sujetos ausentes en la memoria social, sino porque fueron en su gran mayoría asesinados, y negar ese horror es también ser parte.

Magdalena Candioti, historiadora, se encarga en el libro: Una historia de la emancipación negra, esclavitud y abolición en Argentina, de hacer un trabajo excepcional, no solo de búsqueda de un archivo que no se encuentra de forma sencilla o que se debe recomponer debido a que no existe, sino también que detalla un momento de nuestra historia que pareciera no pertenecernos.

Al multiplicar estas historias  de africanos y afrodescendientes, al ponerles nombres propios, al pensar desde sus posibles perspectivas y anhelos, buscamos contribuir a pensarnos como herederos de esa historia. A hacerla nuestra historia. Y que el sufrimientos y los esfuerzos de africanos y afrodescendientes dejen de ser el residuo mudo de nuestra historiografía y nuestra memoria.

El libro se divide en siete capítulos, que son claves para comprender primero el proceso de esclavización. Comienza con una serie de preguntas que va respondiendo en su propia narración: 

¿Cuántos africanos esclavizados arribaron al Río de la Plata? ¿Desde cuándo lo hicieron, y de qué modos? ¿Cómo fue regulada su vida? Entre 1501 y 1866 cerca de 12 500 000 africanos fueron capturados (…) arribaron 67 242 esclavos al Río de la Plata (…) habrían ingresado ilegalmente unos 34 000 africanos (…) pero tampoco la suma de estos recuentos es definitiva (…) el total confirmado del tráfico esclavista por la región rioplatense, a lo largo de los doscientos cincuenta años, ascendería a más de 200 000 personas (…) Al leer estas cifras es clave tener presente el carácter ambiguo de algunas categorías (como zambos y mulatos), a fin de no subestimar la enorme presencia indígena.

La presencia africana tuvo impacto en la sociedad argentina, pero ¿dónde están? Como afirma Candioti: “la naturaleza nunca ha formado esclavos”. En los capítulos siguientes da cuenta del proceso emancipatorio arduo por el que tuvieron que atravesar familias enteras, y sobre las negligencias que se llevaron adelante, los maltratos, los vacíos legales, la condición de poder o no ser libertos, las trabas dentro de la misma sociedad, las libertades vigiladas que se quisieron implementar. Argentina, en la búsqueda de leyes, se encontró también en zonas de borde y lagunas legales.

No era lo mismo ordenar que en la república no haya más esclavos que enunciar que nadie nace esclavo. La diferencia es la que hay entre promover una abolición inmediata o apoyar la abolición gradual a través de la liberación de los hijos de esclavas.

En este proceso de emancipación la lucha se arrastró hacia las infancias, la sociedad adjudicaba que les hijes de esclavas y esclavos eran por condición natural esclavos, por lo tanto los nuevos nacimientos llevaron a varias luchas judiciales para que estos sean libertos como así lo establecía la ley.

La esclavitud era pensada por muchos como el estado original o natural de los hijos de las esclavas, al cual podían volver si el Estado así lo decidía y que la libertad de vientres no era la restitución de un derechos natural sino un indulto, un beneficio de tipo excepcional. 

¿Qué vidas importan y de qué modo? Es una pregunta que atraviesa la lectura de todo el texto, la respuesta es por muchos momentos devastadora, ya que pareciera que aquellos sujetos solo eran puestos en valor de importancia por la función de uso, una lógica de lo descartable pero arrastrada hacia el otro. 

La libertad de los hijos e hijas de esclavas fue incierta, negociada y vigilada.

De nuevo: ¿Dónde están? Es una pregunta que debe ser incesante, que debe volver y vuelve. En el proceso de emancipación de la esclavitud hubo varias formas de aprovechamiento por parte de aquellos considerados “amos”, no solo hacia las infancias, como fue anteriormente mencionado, sino también hacia ancianos y mujeres, y luego también hacia los hombres. 

Los ancianos y ancianas fueron liberados como una estrategia de desresponsabilización, de esa forma los amos no se hacían cargo de los cuidados por enfermedades o por la simple razón de ancianidad. Esas libertades fueron dadas por conveniencia dejando a esas personas abandonadas, no solo sufrieron la esclavitud a lo largo de su vida, sino en el momento que dejaron de ser útiles y que las leyes le otorgaban la libertad esta les fue dada, lo que establece una sociedad cruel, nuevamente la lógica de los descartable en funcionamiento. También los amos hicieron promesas a sus esclavos para garantizar el “carácter temporario” de su esclavitud, la condición de pertenencia sobre el otro no debe olvidarse.

En esta desigualdad social, a aquellos que le prometieron la libertad y con la promesa de ser parte de la Nación Argentina fueron enviados a las guerras, asesinados, derramando sangre injustamente, lucharon por la independencia de nuestro país y lo que les dejamos es el olvido. Se los acepto como soldados, es de nuevo la función de utilidad que se les adjudica como si se trataran de cosas. La independencia de la que tanto presumimos es en gran parte gracias a la comunidad afrodescendiente, por ello el camino hacia la libertad de la población masculina fue riesgoso y sacrificado porque esa fue la opción que le ofrecieron aquellos gobiernos denominados “revolucionarios”.

Todos los esclavos varones que los patrones tuvieren en estado de llevar las armas, en la inteligencia que, de no hacerlo, incurren por el mismo hecho en la pérdida del Esclavo, a quien en tal caso se declara desde ahora libre del dominio de su amo, con calidad de ser destinado por tiempo determinado al servicio del Estado.

La promesa de libertad futura fue la masacre.

Candioti también analiza el lugar de las mujeres, aún hoy problemático, la relación del feminismo y la deuda histórica y de reparación alcanza también a esta población borrada. Las mujeres fueron violentadas dentro de una lógica patriarcal, una violencia que muchas veces es aceptada por la sociedad por ciertos mandatos que se le imponen. Las mujeres madres y amas de casa, las mujeres “sostenidas” y/o “mantenidas” mayor tiempo en una casa como esclavas para que cumplan con tareas que se consideran “pasivas”, amamantando a niñes de otras madres, criando a otres. La violencia silenciosa que sufrieron sigue siendo hoy una herida que se arrastra. 

¿Cómo se dice algo que se oculta?

Por Florencia C. Barba Lijerón

Arte Matilde Néspolo