De Buenos Aires a New York: Cachitas Now! lleva la cumbia a la Gran Manzana

Cachitas Now! presenta sus shows en Nueva York gracias al programa de intercambio cultural Center Stage. Inclusión, igualdad de género y resistencia cultural en la travesía de la banda por la ciudad que nunca duerme 

Por Alex Zani

Nueva York, Estados Unidos. “Llegar a Nueva York tiene ese no sé qué”, me dice Aketzali Vázquez mientras atravesamos el río Hudson a través del Holland Tunnel que conecta a Nueva Jersey con Nueva York. Esta vez tuvimos que alquilar una furgoneta un poco más grande. Viajamos con siete músiques, un ingeniero de sonido, sus instrumentos, las valijas, las mochilas y las materas. Todes, salvo uno, vienen desde Argentina para tocar sus cumbias en Estados Unidos. Noelia Sinkunas (coros y teclados), Matías Leonel Rodríguez (timbales), Tomás Llancafil (voz y guitarra), Melisa Lobos (voz), Guadalupe Mambrin (octapad), Melisa Montejano (bajo) y Julian Di Pietro (sonidista). Jonás Gómez Dip (güira) no. Él viene desde Noruega, a donde se mudó en la pandemia. 

La banda se llama Cachitas Now! y sus canciones hablan sobre inclusión, igualdad de género y resistencia cultural. Aketzali es la tour manager. Es decir, quien maneja la logística de toda esta aventura. Es mexicana pero vive en Oklahoma desde que era adolescente. Su vida parece haber sido un torbellino. Siempre fue fanática de los Beatles y, entre otros, ese fue un motivo determinante para irse a vivir por un tiempo a Inglaterra. Era muy joven cuando se acercó por primera vez a The Flaming Lips, una banda estadounidense de rock que nació en Oklahoma City en 1983 y que, por ese entonces, andaba de gira por Europa. Aketzali no dudó: jugando la carta de ser coterráneos les pidió trabajo. Así es como se convirtió en su tour manager, puesto que se ganó con esfuerzo y que conservó durante muchos años. 

Ahora tiene veintiséis y desde hace un tiempo trabaja para el Center Stage, la iniciativa de diplomacia cultural de la Oficina de Asuntos Educativos y Culturales del Departamento de Estado de EE. UU. que seleccionó a Cachitas Now! para venir de gira a este país durante el mes del orgullo LGBTIQ+. “Es diferente viajar con un grupo que viene por primera vez a una gira tan grande, que se sorprende por todo”, dice sobre Cachitas Now! Las dos estamos en este viaje gracias a la banda, pero por motivos diferentes: a mí me toca ser, una vez más, la periodista. Mi deber es acompañar, observar, escuchar. Capturar las sensibilidades de los lugares por los que pasamos, las anécdotas que van surgiendo, lo que será imposible olvidar. 

CACHITAS NOW! feat. Paz – Chonga

Creo que era Mark Ruffalo en la película Empezar otra vez (Begin Again) quien aseguraba: “Nadie viene a Nueva York y se va si no le ha pasado algo horrible”. Y es que hay quienes vienen a Nueva York sin nada y se llevan todo, y también hay quienes vienen con todo, dispuestos a perder lo que haga falta. Para Cachitas Now!, esta ciudad representa una puerta abierta hacia todo lo que alguna vez soñaron. “Es una posibilidad única, no sabemos todo lo que puede abrirse acá”, dice Guadalupe Mambrin. La banda coincide: no saben qué, pero algo cambiará luego de este viaje. 

Nos vamos acercando al centro, puro rascacielos, y comienza a sonar una playlist con canciones que evocan las miles de imágenes que nos educaron sobre Nueva York. La emoción crece, les pibes agitan, cantan. “Siento que estoy entrando en el set de una película”, dice Matías Rodríguez. Tiene los ojos bien abiertos, desesperado por verlo todo. Julián enumera algunos clásicos, hay para todos los gustos: King Kong, Superman, Spiderman, Cuando Harry conoció a Sally, Mi pobre angelito. Es cierto: venir con un grupo que verá Nueva York por primera vez tiene un no sé qué

Orgullo en Nueva York: poca marcha y mucha bandera 

“¿Se baila cumbia en Estados Unidos?”, le pregunto en un inglés muy rústico a una desconocida en un bar. Es un test infalible. “¿Cumbia?”, repite. Le cuento sobre Cachitas Now! y sobre sus próximos shows en Zuccotti Park y Grace Plaza. Le explico: la cumbia es un género musical latinoamericano, asociado a las clases populares, muy importante en Argentina. “Oh, no, I don’t think so”, me responde. Parece algo difícil de creer. Según la Hispanic Federation, la comunidad latina que vive solamente en Nueva York asciende a 3,6 millones de personas, un 6,6% de la población hispana total de los Estados Unidos. En las calles intentamos hablar inglés pero la gente nos responde rápidamente en español. ¿Cómo puede ser que no hayan oído hablar de la cumbia colombiana, mexicana, argentina?

Pero Cuando Cachitas Now! sale a tocar en Nueva York, la realidad parece ser otra. Sus shows se realizan en espacios públicos, en dos plazas históricas de la ciudad, con entrada gratuita y al aire libre. En ellos, Melisa Lobos enseña “el baile del trencito”. Más de una vez temo que el experimento fracase, pero el güiro invita a bailar y nadie se resiste. La gente menea, repite letras, pide una canción más. Para el final de cada show, siempre hay una fila de personas de habla hispana que se acerca a la banda, le agradece y quiere saber más. “Lo que hacen aquí es muy importante”, repiten donde quiera que vayamos. Otros confiesan a la banda: “Recientemente abrí mi pareja hetero y por primera vez estuve en un vínculo queer donde me siento muy cómodo y lo que sucede en estos shows ayuda mucho”. Y es que Cachitas Now! no solo toca cumbia, sino que toca ‘cumbia disidente’: este es el término que usan para explicar que son un colectivo de identidades que, a través de la cumbia, reivindican experiencias de vida LGBTIQ+ y cuestionan los roles impuestos por la sociedad cishéteropatriarcal.

El primer cachetazo les llegó con los movimientos transfeministas. “En un comienzo formamos una banda de mujeres y lesbianas. Después, la marea feminista nos atravesó, y en buena hora, para que pudiéramos replantearnos internamente qué es lo que queríamos decir y cómo”, explica Guadalupe Mambrin sobre el impacto que tuvieron los movimientos por el Ni Una Menos, la Campaña por el Aborto Legal y el 8M sobre la banda. “Afianzamos conceptos, fuimos construyendo otros nuevos, transitamos procesos personales, transiciones de género, muchos cambios. Hoy, al ser disidencias en un escenario, se arma un rótulo sobre la banda y por eso hablamos de cumbia disidente, pero esa palabra está en lugar de muchas otras, como lesbiana, bisexual, no binaries, trans”.

Que Cachitas Now! esté ocupando un lugar como parte de la comunidad latinoamericana, hispanohablante y disidente en Estados Unidos no es menor. En lo que va del 2023, numerosos proyectos en relación a la comunidad LGBTIQ+ están siendo revisados y, en los estados donde gobierna el partido republicado, avanzan legislaciones anti-trans. En el mes del orgullo en USA, los días de la revuelta de Stonewall parecen haber quedado atrás, pero la situación dista de ser idílica. Aquí no hay marchas, solo hay banderas que las empresas, los bancos, los políticos y algunas iglesias se encargan de levantar. 

Cachitas Now! toca en el contexto de este orgullo que le resulta ajeno. Su sola presencia en escena marca la diferencia. Su lengua es una lengua disruptiva que rasga la superficie de un aparente status quo. Alza la voz para contar sobre la educación sexual y de género que milita en Argentina en todos sus espacios de trabajo, para cantar sobre amores diversos, para tocar su cumbia sin prejuicios. La cumbia en la que creen y la única que quieren hacer. 

“No sé si es Baires o New York”: luces y sombras en la ciudad que nunca duerme

“Llegar a Nueva York tiene ese no sé qué”. Me pregunto si algunes sentirán lo mismo al llegar a Buenos Aires por primera vez. Si alguien, viajando desde algún lugar remoto de Argentina, al tomarse un taxi que dobla por Avenida Sarmiento y deja a la vista el Planetario, sería capaz de pensar: “Buenos Aires tiene ese no sé qué”. Sé que a mí me pasó. Era apenas una niña cuando viajé desde Santiago del Estero con la ilusión de subir y bajar escaleras mecánicas y comer una “cajita feliz”. Dos cosas que hoy detesto. 

Algo diferente le pasó a Tomás, que nació en Chubut y cuando conoció Capital Federal por primera vez volvió a su casa cansado, aturdido por el constante murmullo de la ciudad. “Flasheado”. Y a Melisa (Lobos), que también nació en Chubut y en su primera visita a Capital se quedó tiesa ante adolescentes como ella, o incluso más chicos, que aspiraban poxi en el subte. Y a Melisa (Montejano), que nació en Ushuaia y, cuando sus padres la trajeron por primera vez al Obelisco, dijo “wow”. Nada más que “wow”. Y a Noelia, que aunque nació en Berisso, en la provincia de Buenos Aires, cuando fue por primera vez a Capital a ver una banda que le gustaba entendió “aquí es donde pasan las cosas”. Al fin y al cabo, no por nada Frank Sinatra cantó “si puedo conseguirlo allí, lo conseguiré en todas partes” (If I can make it there / I’ll make it anywhere). 

Jugamos a comparar ambas ciudades mientras tomamos cerveza en un irish pub del Lower Manhattan parecido a cualquier cervecería de Palermo. “Los primeros días en Nueva York fueron como los primeros días en Capital: puro dolor de cabeza”, dice Guadalupe. “Tuve la sensación de que aquí no hay tanta gente en situación de calle”, observa Noelia. “Porque no se ven”, pienso. 

El peligro de las luces es que pueden cegarte. Hace apenas unos meses, el alcalde de Nueva York, Eric Adams, declaró ante el programa Face The Nation de CBS News que, en lo que va del 2023, los inmigrantes que llegaron a Nueva York superan los 70.000 y que 42.000 de ellos todavía están bajo el cuidado de esta ciudad. Su tono era de reproche: le hablaba al resto de Estados Unidos para pedir que otros estados intervengan, que se logre una reforma estructural que incorpore a los migrantes a sus sistema laboral, y que ayuden con la “injusta responsabilidad” de cuidar a los solicitantes de asilo que cruzan la frontera entre EE.UU. y México. 

Hace no mucho tiempo, la periodista argentina Lucía Cholakian Herrera, especializada en esta temática, escribía en su cuenta de Twitter: “Nueva York, subte, 9.30 am. Un hombre pide llorando plata porque no quiere volver a los refugios para gente sin techo (donde también están los migrantes recién llegados). “Es maléfico”, dice. Nadie mira porque acá nadie mira nada. “Vi gente morir, gente apuñalada, pasé hambre y frío por días. Todo menos volver”. Dice que su vida ya se terminó y es cierto, porque las miles de vidas así en esta ciudad no le importan a nadie. Esto así todos los días, varias veces por día. Nunca vi tanta crueldad e indiferencia como en la ciudad que nos hicieron desear”. Parece que no todo lo que brilla es oro en la metrópoli más evocada del mundo.

Si los albergues para migrantes no están a la vista es porque intentan situarlos por fuera de las zonas céntricas y turísticas. La solución, para los políticos, viene siendo ubicar tiendas de campamentos, lo que conocemos como carpas, para que estas personas se asienten lejos del centro neurálgico de Manhattan. Es decir, llevarlas a las sombras. Un ejemplo es Randall’s Island, una isla ubicada en las aguas entre Manhattan, Queens y el Bronx. El problema es que, según Legal Aid Society y Coalition for the Homeless, los refugiados son aislados y expuestos a condiciones meteorológicas extremas, alejados del transporte público y de otros servicios fundamentales. Pienso en ese libro de Valeria Luiselli, Desierto Sonoro. La imagen de cientos de madres separadas de sus hijas e hijos en la frontera me atraviesa como una flecha envenenada. 

Regreso a mi cerveza. Hoy diremos adiós a esta ciudad que no sabemos si volveremos a ver. Es una despedida romántica, casi dramática. En la mesa coinciden: aunque fueron pocos días, la experiencia en Nueva York fue abrumadora. Cachitas Now! lo resume así: mucho, todo y todo el tiempo. “No podría acostumbrarme”, dice Tomás. Los pies le duelen, acá es verano y caminó más de veinte kilómetros bajo el rayo del sol. Está cansado. Todes lo estamos. Sabemos lo que nos ha dado Nueva York, pero todavía no sabemos lo que nos ha quitado.